sábado, 24 de agosto de 2013

EL CARRUAJE

Un día de octubre, una voz familiar en el teléfono me dice: -Salí a la calle que
hay un regalo para vos. 
Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo. Es un precioso 
carruaje estacionado justo, justo frente a la puerta de mi casa. Es de madera 
de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y lámparas de cerámica blanca, 
todo muy fino, muy elegante, muy "chic". Abro la portezuela de la cabina y 
subo. Un gran asiento semicircular forrado en pana bordó y unos visillos de 
encaje blanco le dan un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy 
cuenta que todo está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo 
de las piernas, el ancho del asiento, la altura del techo... todo es muy cómodo, 
y no hay lugar para nadie más. 
Entonces miro por la ventana y veo "el paisaje": de un lado el frente de mi 
casa, del otro el frente de la casa de mi vecino... y digo: "¡Qué bárbaro este 
regalo! "¡Qué bien, qué lindo...!" Y me quedo un rato disfrutando de esa
sensación. 
Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es siempre lo mismo. 
Me pregunto: "¿Cuánto tiempo uno puede ver las mismas cosas?" Y empiezo a 
convencerme de que el regalo que me hicieron no sirve para nada. 
De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino que me dice, 
como adivinándome: -¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo? 
Yo pongo cara de qué-le-falta mientras miro las alfombras y los tapizados. 
-Le faltan los caballos - me dice antes de que llegue a preguntarle. 
Por eso veo siempre lo mismo -pienso-, por eso me parece aburrido. 
-Cierto - digo yo. 
Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos caballos al carruaje. 
Me subo otra vez y desde adentro les grito: 
-¡¡Eaaaaa!! 
El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia permanentemente y 
eso me sorprende. 
Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración en el carruaje y 
a ver el comienzo de una rajadura en uno de los laterales. 
Son los caballos que me conducen por caminos terribles; agarran todos los 
pozos, se suben a las veredas, me llevan por barrios peligrosos. 
Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los caballos me
arrastran a donde ellos quieren. Al principio, ese derrotero era muy lindo, pero 
al final siento que es muy peligroso. 
Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto tampoco sirve. 
En ese momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su auto. Lo 
insulto: -¡Qué me hizo! 
Me grita:-¡Te falta el cochero! 
-¡Ah! - digo yo. 
Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y decido contratar un 
cochero. A los pocos días asume funciones. Es un hombre formal y
circunspecto con cara de poco humor y mucho conocimiento. 
Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar verdaderamente del 
regalo que me hicieron. Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al 
cochero a dónde ir. 
Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad adecuada y elige la 
mejor ruta. 
Yo... Yo disfruto el viaje. 
"Hemos nacido, salido de nuestra casa y nos hemos encontrado con un regalo: 
nuestro cuerpo. 
A poco de nacer nuestro cuerpo registró un deseo, una necesidad, un
requerimiento instintivo, y se movió. Este carruaje no serviría para nada si no 
tuviera caballos; ellos son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los 
afectos. 
Todo va bien durante un tiempo, pero en algún momento empezamos a darnos 
cuenta que estos deseos nos llegaban por caminos un poco arriesgados y a 
veces peligrosos, y entonces tenemos necesidad de sofrenarlos. Aquí es donde 
aparece la figura del cochero: nuestra cabeza, nuestro intelecto, nuestra
capacidad de pensar racionalmente. 
El cochero sirve para evaluar el camino, la ruta. Pero quienes realmente tiran 
del carruaje son tus caballos. No permitas que el cochero los descuide. Tienen que ser alimentados y
protegidos, porque... ¿qué harías sin los caballos? ¿Qué sería de vos si fueras 
solamente cuerpo y cerebro? Si no tuvieras ningún deseo, ¿cómo sería la vida? 
Sería como la de esa gente que va por el mundo sin contacto con sus
emociones, dejando que solamente su cerebro empuje el carruaje. Obviamente 
tampoco podés descuidar el carruaje, porque tiene que durar todo el proyecto. 
Y esto implicará reparar, cuidar, afinar lo que sea necesario para su
mantenimiento. Si nadie lo cuida, el carruaje se rompe, y si se rompe se acabó 
el viaje...

EL OSO

Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se 
había caído.
El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan 
por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón 
mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera
decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue 
hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo 
llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayo el sol un guardiacárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre 
revolvió el plato de comida con la cuchara y mirando al guardiacárcel dijo –
Pobre del zar.
- El guardiacárcel no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu 
cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros mañana a la
mañana.
- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un 
sastre, el zar perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en 
el mundo su propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardiacárcel
sorprendido.
- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al 
soberano su descubrimiento:
¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!!
El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es 
que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y
lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo...
-El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de
aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... 
DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto tú entrenarás al 
oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, 
mañana estarán muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder sobrevivir. 
Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no 
podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu 
familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados 
con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... 
Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber 
pensado en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... 
¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el
carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. 
Ya... ¡¡Fuera!!.
El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras 
musitaba agradecimientos.
- No olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos 
años el oso no habla... – Alteza... -
...Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de 
familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar,
sonriente, eufórico y con regalos para todos.
La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes 
había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni 
siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, 
ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en 
dos años.
En dos años... – siguió el sastre - se puede morir el zar... me puedo morir 
yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!

lunes, 12 de agosto de 2013

Monocolor

Más monocolor, los tengo en espera de montarlos,lo que aun no tengo claro es en qué !!! seguro que en el próximo intercambio cae alguno,o igual lo regalo, porque he pensado ( aun falta mucho, ya lo sé ) que cuando cumpla un año el blog, voy hacer un sorteo con cosas que voy haciendo y las guardo para esas fechas, bueno esto es adelantar acontecimientos, pero ya lo sabeis, jejeje





jueves, 8 de agosto de 2013

TAPETE


Que os parece? es un tapete  que se lo habia pometido a mi hijo, el mayor, lo he acabado esta tarde, ya tenia ganas, porque quiero hacer tantas cosas, que parece que esté perdiendo el tiempo, me ha gustado como ha quedado y a él tambien, y ya puedo ponerme hacer otra cosa.